Presentación de Ciudad Iluminada, de Juan Antonio Marín

El próximo jueves 29 de noviembre, a las 20.00, Juan Antonio Marín presenta su nuevo libro de poesía "Ciudad Iluminada". El acto tendrá lugar en la Fundación Cencillo de Pineda, calle Pisuerga número 3. Presentan Judith González, Luis Cencillo y Pablo Méndez.

He abierto al azar el poemario de Juan Antonio y tan sólo he podido leer un poema de este libro, pero qué pedazo de poema. Brillante prosa poética. De lo mejor que he leído en mucho tiempo.

Que se vienen abajo, que se vienen abajo los

castillos y la panza del mono está dispuesta para

sufrirlo todo, para todo sufrirlo como un bicho feo.

No me quieren las tiendas de gran moda, no me

atrevo a pasar tan mal peinado. En aquélla las

dependientas se mueven con elegancia, precisas

como el corte de sus trajes, y misteriosamente

acompasadas; pareciera que están cantando su

producto con coreografías, mientras doblan las

prendas o colgando las perchas. Una danza animada

y flexible, dinámica de la locomotora, todo

siempre adelante para ir avanzando en el mundo

serenos y sin flecos, sin residuos, arropados por

líneas desenvueltas.

Ellas sí que salen airosas, las clientas, con la frente

muy alta y el tejido impoluto y la sonrisa del que

está despegando. Serán de otro país o de otra tierra,

huesos largos y firmes y toda escuela de la levedad

aplicada a su paso. No malgastan sus suelas en el

piso, enseguida tendrán su taxi o su nave Silencio,

tanto están por encima del común que parecen

llevar el escenario incorporado bajo sus tacones.

Saben que son estrellas, un vértigo de vientos y

obediencias llevan como su séquito invisible.

Ciertamente triunfaron: cuando caminan parece

que ascendieran.

Aunque al final también son humanas y tienen una

nota de debilidad y acaban mirando hacia abajo al

común para cerciorarse de que son ellas, de que

todas las bocas abiertas las contemplan. Pero el

pueblo está muy ocupado, camina con ansiedad y

teme al tráfico, y solamente el paria reconoce su

vuelo, sólo yo supe ver su carestía.

Y casi me envidiaron. Tal vez porque me parecieron

ángeles, y ellas nunca habían visto ningún ser

de otro mundo.