viernes, 28 de octubre de 2011

Poemas de El niño que bebió agua de brújula en Sopa de Poetes

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Hace ya  tiempo que Pepe, Óscar y Mariano crearon Sopa de Poetes, y con rapidez se han convertido en un referente de poesía en la radio. Con un enfoque corrosivo, humorístico y deliciosamente desvariado, han logrado aglutinar a un público de culto, afortunadamente tan loco como ellos.

http://www.elpratradio.com/WEB/ALACARTA/index.php?id=13&descripcio=Sopa%20de%20Poetes%20%2811/10/2011%2020:00h%29&mes=10&url=20111011200001.mp3

El día 11 de este mes tuvieron la deferencia de leer algunos poemas de mi nuevo libro, en un programa que se leyeron poemas de otros autores, algunos más que consagrados, como Luis Rosales.

Para quienes no pueden leer sus programas en directo, se pueden escuchar en su web:


http://www.elpratradio.com/

Con aire ochentero, la movida catalana que también existió, es una suerte escuchar su combinación de ironía y la mezcla de poemas a la vez. Gracias Soperos, por vuestra labor. Espero que sigáis muchos años con ese sentido del humor. Una abraçada forte y gracias a Óscar por la cuidada lectura.

martes, 11 de octubre de 2011

Cubierta de El niño que bebió agua de brújula

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Esta es la magnífica portada de El niño que bebió agua de brújula, realizada por Emilio Torné. No sé si el interior del libro estará a la altura de la cubierta. El poemario comienza ya a distribuirse en librerías y estará disponible también en Amazon España. A este niño lo edita Calambur, una de las mejores editoriales de poesía que conozco. Es un honor para mí estar en su colección.

Hace unas pocas semanas, en la sección Uni-versos del suplemento cultural de ABC, se publicó un anticipo del libro. La labor que Amalia Iglesias realiza para la poesía en ese suplemento no tiene precio. Voy a incluir sólo uno de los dos poemas aparecidos en ABC.

Aunque el poema lo escribe el sujeto poético enamorado de su amada, lo he elegido porque, sin tener la textura poética de otras partes del libro, refleja el tiempo en el que vivimos. Todos conocemos a amigos o familiares que han sido despedidos y todos sufrimos, en mayor o menor medida, este desorden económico mundial que se lleva construyendo tantos años: las personas en mercancías, las finanzas como dueñas del mundo, la injusticia... Sirva este poemita como pequeño homenaje a tantísimas personas que lo están pasando mal en un mundo que avanza hacia su propio abismo.


A ella la despidieron

por sacar de la farmacia las cremas más caras
y untarlas sobre las úlceras de los vagabundos.

Por dar de comer y beber a los animales que viven
dentro de los oboes y las tubas.

Por pintar esos trozos de paisaje que roban los barrotes
en las ventanas de los manicomios.

Por cambiar las monótonas canciones
de los semáforos para invidentes.

Por recoger los duendes de la lluvia
con máscaras de esgrima.

Por deslizar galletas debajo de las puertas
a los chicos castigados en el orfanato.

Por imantar el almacén
de la fábrica de armas.

Por volver a unir, a escondidas, los eslabones
de los péndulos de los zahoríes.

Por regalar unas gafas de eclipse
a la niña que se enamoró del sol.

Por arrullar y acariciar
a las reses del matadero.

miércoles, 15 de junio de 2011

F for Fake

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En su famoso documental «F for Fake», Orson Welles recuerda una frase de Picasso: «El arte es una mentira que nos hace darnos cuenta de la verdad». El artista sería entonces un profesional de la mentira, otro más, al servicio de la verdad, que puede ser mostrar esa misma mentira y su metamorfosis.

Un aspecto vital de la película es indicar que el valor de una pintura depende de la opinión de los expertos. Welles los llama «los nuevos oráculos», «presuntuosos que hablan desde la autoridad suprema». Dice el genio americano que «pretenden saber algo pero sólo lo saben de manera superficial. Y nos inclinamos ante ellos. Son el regalo de Dios para el falsificador». A continuación muestra lo fácil que es engañar a estos expertos. Si es tan sencillo engañarles, ¿quién es el experto y quién el falsificador?

El director nortamericano nos enseña que no es tan importante si la pintura es genuina o una copia. Lo importante es si es una buena falsificación o una mala pintura. Los museos de todo el mundo están llenos de falsificaciones de Elmyr de Hory y otros artistas con talento. Lo mismo que dice Welles sobre la pintura podría extenderse al resto de las artes. Y por qué no a la economía, a la política o a la vida. Un poema falsificado y pasado como poema de, por ejemplo, Eliot, tendrá, sólo por su firma, un valor muy superior al mismo poema escrito por un desconocido. ¿Hasta qué punto somos libres de la opinión de los expertos que nos indican, en cada rama del arte, quienes son geniales y quienes no lo son? ¿No es «F for Fake» una prueba de que la firma termina siendo el punto de mayor valor de una obra?

¿Hasta que punto nuestras mentiras son falsas y nuestras verdades ciertas? ¿Hasta dónde somos reales?

domingo, 29 de mayo de 2011

Feliz cumpleaños, maestro Gamoneda

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Hoy, Antonio, cumples 80 años. 80 años nada sencillos. 80 años de orfandad atravesados por la lucha contra la censura franquista, contra el hambre palpable y la injusticia. Muchos tiempo de pelea y escritura clandestina que ahora parecen aparentemente borrados bajo el esplendor del triunfo poético en el final, ojalá largo, de tu carrera.

Es difícil hablar objetivamente de una persona tan cariñosa, tan entrañable y tan extraordinaria en su poesía. Y tampoco hay necesidad de falacias objetivas. Para mí eres el mejor poeta español vivo en lengua castellana. No son tan sólo párpados ya amarillos de admiración quienes te miran. El poeta español.más traducido tras los grandes nombres del 27 es un dato fácil de entender. E irrefutable.

Lleno de Billie Holiday el blog como regalo sencillo. Y reflexiono. Durante estos años el mercado del silencio se ha convertido en el mercado. La pobreza no asciende de los edificios sino que desciende sobre ellos. Eran obedientes. Lo siguen siendo. Y es toda la piel de la mentira. Toda su profundidad, con o sin los espejos de la muerte. Necesitamos tu voz en este país donde siguen sumergiendo los cuerpos en aguas que no palpitan. Aceptemos, eso sí, por favor, te ruego, la posibilidad. La esperanza de las tormentas.


Poema

Mi amistad está sobre ti como una madre sobre su pequeño que sueña con cuchillos.

No te pondré otra venda que la que está raída alrededor de mi cuerpo, no te pondré otro aceite que el que descansa dentro de mis ojos.

Ciertamente es una histora horrible el silencio pero hay una salud que sucede a la desesperación.

Acuérdate de la paz en los comercios abandonados, acuérdate de la dulzura en las habitaciones donde se corrompía el olvido. Nadie tenía razón ni esperanza, ¿qué podíamos hacer?

Ahora pasan vencejos entre el nogal y su sonido tiembla sobre mí.

Tú, lejos, duermes entre alaridos, hijo mío, tú que acostumbrabas a enloquecer a los maestros y a las mujeres que se deslizaban debajo de tus dedos.

Puedes venir a repartir los alimentos y las mentiras delante de mi rostro. ¿Por qué quemas tu lengua en los vacíos escavados en pómez, por qué te abres a las semillas implacables, a las linazas adventicias?

Puedes cantar en mis manos pero te desdices encima de tu belleza.

Harías mucho mejor acercándote.

Descripción de la mentira (1977, 1986 y 2006)




domingo, 22 de mayo de 2011

Fernando Beltrán en la Tertulia Hispanoamericana Rafael Montesinos

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El próximo martes 24 de mayo, a las 19.30 Fernando Beltrán leerá poemas publicados e inéditos en la Tertulia Hispanoamericana Rafael Montesinos. Tendré el honor de presentarle y tratará de hacerlo de la manera más breve posible para que poeta lea y sea escuchado.

Fernando ha sacado recientemente en Hiperión su libro Donde nadie me llama, una casi poesía reunida que agrupa treinta años de trabajo. Aunque la lectura en la tertulia no es la presentación del libro, sí que es el primer acto oficial en Madrid de Fernando desde la publicación y puede servir de anticipo a su presentación oficial. Comenzará la lectura, si no recuerdo mal, por el poema "Madrid", que abre su libro Aquelarre en Madrid. Sólo por ese hecho insólito vale la pena acudir a la lectura de la tertulia más longeva de la literatura de nuestro país (nuestra sesión será, da un poco de miedo el número, la 1666º). Si luego encuentro el poema Madrid, lo subiré como acompañamiento a esta entrada, decía. Lo encontré:


Madrid

Quizá mienta al decir manicomio de prisas

esta jungla de aceras sin sentido madrid

veinte gritos al sur cuando el destierro

mapa que nos sugiere

prendido en la pared de la segunda tarde

una escarpia muy honda yeso de la ebriedad

y hay que nombrar que ayer te despreciamos

eras la novia rica que a uno obligan

sea dicha la verdad

tampoco hiciste nada por abrigar el frío

sabías que en lo nuestro iba agenda de citas

y supiste aguardar

veterana de quejas

tu sed colmada en llanto de raíles

tantos que como yo

primera voz apenas niños

atocha estación del norte mediodía

jugándonos el trébol de cuatro hojas al regreso

barro de las entrañas

la lluvia de mis verdes escondites

y nos pudiste ahorrar esfuerzos

tú conocías la quinta piel de la mentira

no me gustó te lo aseguro

y suficiente siempre suficiente

el tiempo a favor y tu sombrero al viento

con la energía solar

qué importa el número de altura líneas aéreas

dormitorios de cal las cicatrices

alicatada en plazos la moqueta

de ascensores que sangran hasta el último

garaje de las noches donde aparcar el día

ay ciudad madrid amante cuántas cosas

somos viejos en ruido y poluciones

yo no sé qué color tiene tu calma

no la he visto jamás

no sé si existen las calumnias del humo

no me fío de ecólogos y climas

he plantado mil besos y han crecido

mil bufandas del alma en los listines

cómo voy a mentirles a mentirme

cuando cruzo barquillo embajadores

y memoria traiciona hasta el desprecio

que creímos que fue puedo decir

estadística engaña con sus cifras

y hay que peinar talones al costado

y calzarse un viajero conocerte

y saber que en medidas y distancias

son apenas dos días

que es más ancha la flor de una cintura

que mi mano se habita en tu costumbre

que es mejor perdurarte entregarse

a vivirse en la gente que te vive

es inútil tratar de convencernos

alimentar mastines que retornan

olvidarte

nunca jamás serás desheredada

has burlado un botín de versos a la niebla

no hay remedio

soy humano

muy débil para el trato

con pupilas y faldas un insomnio sin tiempo

cuando la voz amiga

al hilo de cualquier estrago

hecha abrazo y licores hace guiños

y hasta un soplo de codos nos compensa

con la amargura atrás qué duda

las lágrimas

son riego de mejillas donde nacerá el encuentro

y en un puño de labios ya no caben

que las contó el silencio

y no sé de qué sirve todo esto

podría enredarme por la imagen

pero madrid apremia

y conocéis sus celos si no acudes

su venganza de sombras

lo dije antes no hay remedio

hay que pagar tributos de caricias

para seguir en pie y a pata ciega

ir vendiendo cupones del alivio

este miedo del cuerpo en las esquinas

(“Aquelarre en Madrid” / Adonais 1982)

jueves, 14 de abril de 2011

Carta a un amigo que me dice que se va

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El guión dice que está predestinado al fracaso y que será un eterno prisionero Otras traducciones del ruso hablan de que es un suicida y que siempre estará encarcelado. Antes, un personaje ha dicho que para él hay una cárcel allá donde mire. Nada de eso es cierto.

El protagonista lleva a los personajes a una zona. El protagonista no puede saber qué cosas ellos llevan consigo ni qué se llevan de allí. Es una profesión vocacional, algo así como una llamada. Se cree que él lleva a aquéllos que han perdido toda esperanza. Porque existe un lugar en la zona donde los deseos se hacen realidad.

Es una primera razón para tu existencia.

Comprendo que existen razones para dejarlo. De hecho uno no debería escribir sobre nada. Un hombre escribe porque está atormentado, porque duda... Necesita constantemente probarse a sí mismo y a los otros que vale para algo. Podría ser verdad que uno no debería escribir sobre nada. Mientras escarbas en búsqueda de la verdad, tantas cosas le pasan a esa verdad que en lugar de descubrirla desentierras un montón de… Perdón, preferiría no decirlo.

Y sin embargo, deberías seguir existiendo. Deberías seguir escribiendo en ese espacio que nos abriste porque necesitamos gente como tú. Alguien que tiré las tuercas con una cuerda.

viernes, 4 de marzo de 2011

Furor Experimental: Luis Muñiz analiza El Juramento

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El poeta y crítico Luis Muñiz analiza en este reseña de La Nueva España El Juramento de la Pista de Frontón. Muñiz, buen conocedor de la poesía en lengua inglesa, ha hecho una lectura muy detallada y minuciosa del libro de Ashbery, incluyendo detalles como el falso collage de Idaho.

Enlazo el artículo y dejo luego el texto.

http://www.lne.es/cultura/2011/02/24/furor-experimental/1038000.html

Furor experimental, por Luis Muñiz.

El norteamericano John Ashbery (1927) es sobradamente conocido en España: prácticamente cada año se traduce un libro suyo al castellano, y en Estados Unidos su crédito es tal que en 2008 se convirtió en el primer poeta vivo que ve canonizada su obra en la prestigiosa colección The Library of America. Un verdadero honor para un autor cuyo reinado en la poesía contemporánea que se escribe en inglés sigue siendo visto como una paradoja. El debate sobre si los poemas de Ashbery «quieren decir algo» aún no se ha cerrado, y ninguno de sus libros ha contribuido tanto a mantenerlo abierto como El juramento de la pista de frontón, publicado originalmente en 1962, seis años después de Algunos árboles, su primera entrega (o la segunda si, como el poeta hace, se excluye de la cuenta Turandot y otros poemas).

Además de las 30 piezas que componen el volumen, magníficamente traducidas por Julio Mas Alcaraz, que firma también el prólogo, la edición española de «El juramento» contiene abundantes notas, una entrevista con Ashbery y un estupendo epílogo de Jordi Doce: todo lo necesario para enfrentarse a un artefacto lingüístico tan radical que medio siglo después de su aparición todavía provoca el rechazo de una de las dos ramas más poderosas de la crítica norteamericana, la representada por Harold Bloom. En cambio, para la otra, la de Marjorie Perloff, y para los poetas del movimiento «Language» (Bruce Andrews, Susan Howe, Bob Perelman), su importancia es capital.

Bloom y Helen Vendler defienden el conjunto de la obra de Ashbery, pero el primero describió el libro como un «terrible desastre» y la segunda lo tachó de «estridencia voluntaria». Sin embargo, quien dio en el clavo fue Mona van Duyn, la crítica de «Poetry», al reconocer que sólo cambiando su definición de poesía podría llegar a sentirse satisfecha con el «estado de exasperación continua» que el poemario le creaba. Y así es, porque la ruptura con el pasado que Ashbery preconiza empieza por establecer, como Doce atina muy bien a explicar, que un poema es menos un objeto que un proceso, y un proceso, además, que no se conforma con presentar la destrucción del código como un reclamo teórico, sino que aspira a hacer de ella una verdadera experiencia de lectura.

No es necesario decir que fue este corte en la «linealidad» de la tradición lo que molestó a Bloom, incapaz de ver sino diferencias de orden secundario entre la obra de Wordsworth y, pongamos, la del propio Ashbery en libros posteriores como Ríos y montañas (1966) y Autorretrato en espejo convexo (1975). Lo curioso del caso es que en «El juramento» el poeta neoyorquino ensaya por primera vez muchas de las técnicas que empleará el resto de su carrera, aunque no con el furor experimental y la frecuencia con que aquí lo hace. Pero, más importante que el uso señalado de procedimientos como la fragmentación, la ambigüedad pronominal, la agramaticalidad, la abstracción, la parodia y la elipsis (u otros, importados de la pintura y la música contemporáneas, como el «collage», el «cut-up» o la atonalidad), es el juego que el autor se trae con ellos y el desmontaje de la noción misma de poema que se atreve a acometer.

No se trata ya de que Ashbery nos diga que es el acto de composición lo único que determina el resultado, como ya habían hecho antes el primer Eliot, Pound o Williams, sino que, yendo mucho más lejos, convierte el hecho de escribir poesía en un continuo reniego contra lo que la factura de un texto poético puede (y debe, según muchos) ser: corta donde el material empieza a fluir, asume el azar y la indeterminación como elementos propulsores, monta fragmentos lingüísticos de diversa procedencia sin miedo al descalabro semántico y, en el colmo de la escritura paródica, el poema «Idaho», camufla su estilo y presenta un texto propio como si fuera parte de la novela barata de la que se está mofando.

El lector encontrará en este libro muy pocos ejemplos del tipo de poema que ha hecho famoso a Ashbery: esos largos flujos de conciencia que ignoramos quién emite ni a quién van dirigidos y que no versan sobre ningún asunto grave; todo lo más, sobre la ausencia de reflexión acerca de lo grave que está en la raíz del presente: sobre la intrascendencia de nuestras vidas y el lenguaje con el que nos las contamos, que, de tan usado, ya no significa. De esa poesía «meditativa» del nuevo milenio, que ha dado piezas como «Fragmento» y «Una ola», tan magistrales como enervantes, sólo disponemos en «El juramento» de la titulada «Un último mundo», la mejor del conjunto según Bloom. El resto del libro lo componen poemas que frustran constantemente las expectativas del lector y lo conminan (ése es el objetivo) a prescindir de la búsqueda de sentido y a asumir como recompensa la delectación, morosa o atropellada, en el propio despliegue del texto, que el poeta nos obliga a tomar más por su acción compositiva que por su carga semántica.

Sin embargo, de ahí a afirmar que los poemas del estadounidense «no quieren decir nada» hay un abismo, y prueba de ello es que en un texto que escribió por encargo de la editorial Wesleyan, responsable de la primera publicación de «El juramento», Ashbery explica que la «forma abstracta» en que emplea las palabras no es sino «un intento por llegar a una clase de realismo más completo y mayor». Un realismo según el cual no es tarea del poeta componer un mundo que se descompone, pero sí mostrar sus ruinas de una manera lingüística y rítmicamente eficaz, aunque esta vez sin apelar al mito y a sus arquetipos para poner un poco de orden. El resultado es un libro revolucionario y seminal, pero de ensayo, no de madurez, en el que ya están, como dice Mas Alcaraz, «los muchos Ashberies del futuro», pero no el Ashbery (al menos no del todo) que ha dejado huella en la poesía contemporánea con su poema prototípico. Doce describe su asunto a la perfección: «Vivir ante la pantalla o detrás de una ventana en una casa de las afueras, qué más da, estar siempre del otro lado con la sensación algo melancólica de que algo importante sucede sin nosotros; y luego pensar que no es para tanto y seguir mirando».
 

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