lunes, 10 de septiembre de 2007
Vuelta a la realidad
Un largo viaje por el pasado y el futuro durante este verano.
Me sorprendió China, aunque no por la razones que pensaba antes de iniciar mi viaje. Me encontré un país mucho más desarrollado de lo que pensaba, y desde luego nada comunista en lo que a lo económico se refiere. Más bien al contrario. El pueblo chino es un pueblo que vive y malvive por el dinero. He viajado a casi cien países en toda mi vida y jamás he encontrado un sitio en donde el dinero ocupe un altar tan elevado, incluyendo EE.UU. o Japón. Resultaba estremecedor observar las continuas bandadas de consumidores abarrotando las calles y centros comerciales, que se sucedían uno tras otro tras otro tras otro. Compro luego existo, sería su filosofía. Una sociedad clasista, donde los Audis A6 arrollan a los vehículos pequeños y a las bicicletas. Y a los peatones que pasan por su semáforo en verde y que son pitados para que se quiten. Una sociedad donde la cultura apenas existe, porque la cultura no es útil salvo que de dinero. Y así, una galería de arte tiene una puerta trasera por la cual se accede a una tienda de artículos de lujo falsificados porque, ¿quién coño va a comprar arte?.
No pude evitar ver China en parte con mis ojos de economista y en parte con mis ojos de poeta. No me cabe la menor duda que China no tardará demasiado en convertirse en la primera potencia mundial. Y todos aquellos que ahora se quejan de los Estados Unidos pueden ir haciendo una visita al nuevo Imperio para saber lo que se avecina. Si EE.UU roza el capitalismo salvaje, China lo sobrepasa y se convierte en capitalismo salvaje y asalvajado, con la diferencia de la censura, de la prohibición, el machismo y un grado todavía mayor de hipocresía.
China será el nuevo imperio por la simple razón de que constituye un mercado común de 1500 millones de habitantes que hablan el mismo idioma y tienen la misma obsesión por el dinero. La pintura es una copia de otros maestros. Sólo encontré poesía con más de 500 años. Allí sólo vale el utilitarismo y la poesía no es útil porque no da dinero.
Me encontré con lugares patrimonio de la Unesco en donde cadenas norteamericanas habían metido horrorosos hoteles en la mitad de un templo. O un parque público invadido en su mitad por un nuevo concesionario de Porsche. Todo vale. Las tiendas de hiperlujo que en el resto de países están medio vacías (hablo de los maravillosos Gucci, Prada, Armani, etc) estaban tan llenas como un Zara en rebajas. Todavía, a pesar de todo, quedan maravillosos refugios escondidos en pueblos, que es mejor no mencionar para que no vaya más gente y los estropee. Pero son muy pocos. Y cada vez menos.
China puede ser el primer imperio de la historia que no lo sea de la cultura. Espero y deseo que esos chicos y chicas malcriados, esos miles de hijos únicos que sonríen porque llevan ropa occidental, y miran al móvil como si fuera el paraíso, algún día se rebelen y lo hagan en un sitio menos estúpido que la Plaza de Tiananmen, la plaza más grande del mundo y, por tanto, el lugar más seguro para encontrar un muerte igual de segura contra el Sistema con mayúsculas.
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