El
Sí: Ojos de payaso
que resbalan por paredes
de hospitales disformes
para jugar con niños
de cabeza tierna
y absorber redentores
sus venas recientes
de triste morfina.
De detrás y delante,
luz, de todas las lágrimas,
moscas sin tiempo tejen
bocas negras de tela
de materia vírica
y muda concavidad.
Un dios perfila una mueca
de un nuevo síndrome,
muta un pequeño gen
en su travieso recreo
y la cara del nacido
ya no tiene nariz
y el labio se parte
hasta tocar sus ojos.
Sobre la derrota y su humo
hay colores y ciegos,
hay sonidos y sordos
y una bolsa anónima
atada a un paralítico
que girando en círculos
expresa signos
y jeroglíficos
ocultos en entendimientos.
En cada terco detalle,
debajo de cada flor,
en la penumbra de sus pétalos,
se encuentra una tela de araña
con un nuevo ser
devorado vivo.
Naturaleza fanática,
mística propiedad
de fatalidad cerrada
e imposición eterna,
el terror en costumbre,
el infierno en sustantivo
For dust thou art.
Tú.
En el impasible planeta oncológico
en el que el crepúsculo suprime la luz
como símbolo circular de existencia
y condición de pura tragedia exigida;
donde el absurdo es un orden
de cabezas abiertas e intubadas
a bolsas recogidas por rostros gritados
que vierten sobre planos refulgentes
donde reflotan y son plasma de pantalla
y nos rodean
y se disuelven
para volverse
y susurrar
tiene sentido
yo,
te maldigo por siempre, Señor.
Cría del ser humano (2005)
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